domingo, 13 de marzo de 2011

Una experiencia muy especial

Todo empezó el día en que estando en la clase de proyecto integrado como cada martes, Miguel nos propuso una idea muy interesante. Nos propuso hacer una performance (muestra escénica, muchas veces con un importante factor de improvisación, en que la provocación o el asombro, así como el sentido de la estética, juegan un rol principal) llamada “Para muestra un botón” en la que representaríamos a gente que vivió durante la posguerra, para ello iríamos representados por un botón que nos perteneciera. Cuando nos planteó la idea hubo gente que estuvo en contra por vergüenza, o simple desgana, y que no quería llevar a cabo lo que sería una bonita experiencia. Otros, en cambio, estuvieron de acuerdo y lo vieron como idea divertida. Yo al principio debo admitir que pensé que no lo haría bien y que sería vergonzoso pero después me animé y, la verdad, me encantó.
Mi papel en la obra fue el de una mujer que se queda viuda joven con una niña pequeña sin nadie que la ayude ni dinero, así que tiene que dejar a su hija en un orfanato. Esta historia surgió gracias a mi abuela que fue esa niña y su madre, mi bisabuela, que fue la que la vivió. Yo no conocía la historia de cómo llegó mi abuela a criarse con las monjas del Amor de Dios, solo sabía que había crecido allí porque de pequeña me llevó a lo que es ahora allí a que las monjas me conocieran y me contaba muchas anécdotas de cómo era su vida allí. Mi abuela se sintió muy orgullosa cuando le dije lo que iba a hacer y no paró de aconsejarme sobre la ropa que debía llevar, el peinado que me pondría, lo que debía comer, etc. De algún modo sirvió para que ella se animara un poco y estuviéramos más unidas, lo que debo agradecer mucho al creador de esta idea. Mi madre me ayudó mucho buscándome la ropa de una obra de teatro en la que ella actuó titulada “La casa de Bernarda Alba” y que me sirvió ya que era ropa de luto. Mi abuelo me prestó su navaja con la que comí ese día.
En primer lugar tuvimos que ir a ensayar por la tarde para saber el lugar que tendría cada uno en la obra y darnos algunas lecciones sobre la forma en la que contaríamos nuestra historia. Luego fuimos a grabar un vídeo de cada uno de nuestros personajes para escoger a los que mejor lo hicieran y elaborar un video con ellos. Al principio íbamos a hacer una obra de teatro en el salón de actos en la que mediante un botón contaríamos toda nuestra historia pero luego los profesores encargados de ayudarnos en esto y montarlo todo (Miguel Roa y Jose Ángel) decidieron que sería mejor realizar una performance en la que estaríamos un día entero vestidos de gente de la posguerra.
Y llegó el día esperado, entre nervios y risas nos vestimos todos en la clase como podíamos, en el baño con las caras rojas de calor y vergüenza, unos minutos antes de que empezaran las clases para irnos todos juntos. Al salir podía percibir cómo nos miraban curiosos, extrañados y se reían un poco, pensando que estábamos vestidos así porque esa semana era carnaval. Nos preguntaban el porqué de nuestra indumentaria y nosotros respondíamos dándoles una lengua trapera, una pequeña explicación y si daba tiempo un poco de teatro sobre nuestra historia. No sentí tanta vergüenza porque íbamos muchos juntos y era difícil que se fijaran en una sola persona, dábamos una visión general de la época de la íbamos vestidos. En las clases los profesores cuando nos vieron llegar no daban crédito de lo que veían y algunos se reían, pero todos, a nuestro pesar, dieron clase como todos los días. Recuerdo a Encarni que no podía parar de reírse al vernos y a Araceli que comentaba algunos de nuestros peculiares atuendos.
Como estábamos en los años de la posguerra debíamos hacer lo que se hacía en esa época así que no podíamos sentarnos hasta que nos dieran permiso y debíamos levantarnos cada vez que entraba un profesor, además de llamarlo de usted lo que resultaba un tanto incómodo. Otra anécdota sobre las clases tuvo lugar debido a que tenía que hacer un examen y no me daba tiempo así que la profesora, Laly, me dejo que lo terminara en la clase que tenía después. Esa clase creo recordar que eran niños de segundo o tercero y mientras que hacía el examen no paraban de mirarme curiosos y sorprendidos, lo que dificultó un poco mi concentración.
Entonces llegó el recreo, para comer no teníamos un bocadillo y un zumo como cada día sino que el pan que se hacía en esa época era un pan grande, y de corteza dura, de campo que teníamos que cortar con una navaja. El embutido teníamos que cortarlo, no venía ya cortado y envasado, algo que a alguna de mis compañeras costó algo de trabajo. En general nuestra vida de hoy es muy diferente a la que vivieron ellos.
En conclusión, nunca olvidaré el día en que me tuve que vestir de mujer de los duros años 40 y asumir un papel tan diferente al mío de adolescente despreocupada y que lleva una vida de lujo en comparación con esa época. Si me lo propusieran otra vez aceptaría encantada e incluso he llegado a oír a algunos de mis compañeros diciendo que lo harían otra vez porque fue divertidísimo. Todo esto sirve para además de hacer un homenaje a las personas que vivieron esta mala situación como fueron nuestros abuelos, de las penurias que pasaron para poder mantener a sus familias y concienciarnos de lo afortunados que somos de tener todo lo que poseemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario